miércoles, 1 de febrero de 2017

¡Las grapas molan!

Una de las preguntas que más me repite la gente (aparte de si es cierto o no que le hablo de usted a mi gato) es el motivo por el que compro cómics en formato grapas para mi sobrino.

Si le quiero montar una buena colección ¿por qué no le compro, también, tomos? Es decir: podría comprarle Watchmen o El Cuarto Mundo o el Caballero Oscuro o qué se yo... pero no, me voy a limitar, única y exclusivamente, a comprar grapas. ¿Por qué? ¡Porque molan!

Para mi, las grapas son la esencia del cómic. Esa espera entre números... esa sensación de estar leyendo una historia que continúa... esa ilusión al guardarlos en una bolsita sabiendo que van a quedar ahí, guardados, a salvo, durante más de una década... ains...

Tampoco hay que olvidar la comodidad a la hora de leer cómics en este formato: hace poco comentábamos, entre amiguetes, que sólo en las grapas se pueden ver bien las viñetas centrales de los cómics. Y es que es mejor no abrir demasiado los tomos, para no forzar los lomos y, a veces, no disfruta uno tanto de los dibujos.

Eso no quiere decir que los tomos no estén bien, que lo están y mucho. Además, en muchas ocasiones, es la única manera de poder tener acceso a material clásico de una manera rápida y relativamente económica.

De hecho, mi intención es leerme toda la cantidad de cómics de Spider-Man que pueda a través de los tomos que está publicando Panini (¡mucho más cómodo que no ir haciendo arqueología y buscando números antiguos de diferentes editoriales!)

El caso es que ya sea por nostalgia, por afición o por comodidad, tomé la decisión en su día (después de estar dándole vueltas a este tema durante bastante tiempo) que únicamente compraría grapas para Jan.

Y sí, de verdad, no me permitiría nunca tutearle a mi gato.

«¡Vengadores reuníos!. (Capitán América).

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